Sus corazones habían dejado de hablarse por alguna razón, razón que pareciera nunca haber encontrado la cordura o la valentía para decirse en la cara, o en lo que podía representar una cara, lo que tantas veces uno de los dos quiso decirse.
El tiempo pasó y ninguno de los dos quiso caer rendido ante el afoscaste deseo de mostrarse tal cual eran. Los conocí a ambos, bueno, más a uno que al otro, y todavía uno de los dos no me termina de convencerme. Y es que, pareciera que todo todo lo que dice, hace o publica fuera tan genuino, pero la vida me ha enseñado que no todo es lo que parece.
Pero los hubieran ya no existen, y ahora, si me disculpan, tengo que volver a mi trabajo.
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