
Confieso que no ha sido una la noche en la que me he quedado acariciando el teclado, el lápiz, las hojas o la pantalla donde escribo. Tanto que se habla de la musa, y yo creo que es solo mi vecina.
Estoy totalmente seguro que no soy el único al que la inspiración lo ha visto de soslayo. Que solo la mera disciplina le hace aparecer en estos foros las veces que más puede; por no dejar morir una pasión, un amor, un sueño.
Y es que a veces tengo miedo. Arrastro mis pisadas por ese callejón oscuro donde las voces negativas me salen al encuentro, tratando de convencerme a que renuncie, que solo soy un intento de algo, que le estoy gastando la tienta a otro. Pero como el rey Saúl, disimulo, y como el Rey Jesús, callo.
“Nadie conocerá tu nombre”, “nunca serás tan bueno”, “echarán a la basura tus estrofas” se oían las voces, que se apagaban solo hasta que cerraba mis ojos y pernoctaba en desilusión.
Pero la esperanza suavemente toca a la puerta de mi recamara, dejo que se siente a mi lado, mientras yace mi mente ametrallada, y me susurra que lo intente de nuevo. Encantes me convence y como tonto yo le creo. Y así nacen estos versos, los relatos e inventos.
¿Para quien escribo? Me pregunto, el silencio grita y dice: “no lo sé” entonces una voz sale de mi alma como proyectada desde un pozo y vocifera: “No escribe por alguien, escribe por algo” y ese algo, aunque aveces amargo se llama inspiración.
Perdonadme, pero es que a veces… tengo miedo.
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