
El artículo que les traigo en esta ocasión, interrumpió una amena lectura en la que me estaba deleitando. Pero tenía que hablarles de esto porque lo considero muy especial.
Estoy seguro que no soy el único en estos foros con temperamento volátil, pero también estoy seguro que no soy el único que deseara tener un cambio en su vida. Antes de dar unos consejos, quiero compartirte una anécdota real de un piloto de aviación llamado Bob Hoover:
Hoover estaba realizando unos vuelos de exhibición como espectáculo, y mientras estaba a unos cien metros de altura, los dos motores de su avión de la segunda guerra mundial se apagaron por completo. Luego de realizar unas maniobras de élite, logró aterrizar sano y salvo. Lo primero que hizo fue revisar el combustible de su avión. Lo imaginado era lo que realmente había sucedido: el aparato había sido cargado con combustible para avión y no con gasolina. El avión estaba dañado.
Cuando fue a ver al joven mecánico responsable de aquel hecho, le encontró aterrorizado, pues no podía con la culpa de aquel error que había cometido y estaba entre lágrimas al casi provocar la perdida humana de tres personas y un avión carísimo echado a perder. Cuando Hoover se acercó, le dijo con una mano sobre hombro: “para demostrarte que estoy seguro que nunca volverás a hacer lo que hiciste, quiero que hagas el mantenimiento de mi F51 mañana”
¡Wow! ¿Cómo hubiésemos reaccionado nosotros? Quien sabe, quizá yo le hubiese dado una reprimenda, pero, ¿hubiese marcado la vida de ese chico? En absoluto. Esta anécdota es un reflejo del poder que tiene la manera en que tratamos a los demás por encima de sus errores. Nos es fácil juzgar a los demás, a nuestras esposas, esposos, hijos, amigos, padres, pero, ¿nos juzgamos a nosotros mismos?
Me ha pasado que he sido cruel con mi esposa, con mi madre, con mi hermano y con algunos amigos. Estoy seguro que les he lastimado, sin embargo, he tratado de enmendar esas fallas día y noche. Lo sé, te entiendo, es una batalla campal contra uno mismo, pero ¿sabes? Se puede. Filipenses 4:13 declara: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” la clave está en ser conscientes de que no estamos actuado correctamente con nuestros semejantes, y que si hay alguien que debe cambiar primero, es uno mismo.
Como dice Dale Carnigie: “Las críticas son como palomas mensajeras, siempre volverán a casa” y esto se aplica a todo: las críticas, los tratos, las palabras, el amor, el respeto, etc.
Te reto hoy a que refrenemos nuestra lengua antes de hablar con enojo, antes de emitir un juicio. Está bien querer que los demás cambien para bien, pero dar el ejemplo sería mucho más aplastante que herir con palabras sin misericordia.
Quería terminar esta reflexión con la siguiente frese de Thomas Carlyle: “un hombre demuestra su grandeza, por la forma en la que trata a los hombres pequeños”
Seamos recordados no por cómo juzgamos a las personas que nos rodean, sino por que las amamos.
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