Era un hombre amado por el sol y abrazado por la lluvia, cabalgando iba sobre sus dos patines mientras alegraba la tarde, el día o la noche de miles de agitados al volante.
“El mono” cariñosamente le decían por sus hábiles proezas; no tenía horario, no tenía lujos, no tenía dueño, pero el pueblo parecía suyo y es que suyo era el pueblo.
Hoy en honor su memoria cuelga aquellos aparatos de pequeñas ruedas, cuyo sonido quedaron grabados en mi memoria, que Dios te tenga en su reino, que Dios te tenga en su gloria.
En memoria de Moisés Corea “El mono” (Circense de profesión, quien, se ganaba la vida en los semáforos de Managua, Nicaragua)
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