Se llegó el día de mi recepción de huellas en el departamento USCIS de Estados Unidos. Me levanté temprano en un día soleado, para hacer algunas diligencias junto a mi esposa, y así poder estar antes de las 11 de la mañana en el lugar, hora en la que el departamento me solicitaba estar.
Llagamos a un edifico medianamente grande, al llegar a la recepción, una norteamericana me atendía con una sonrisa, luego de asegurarme con ella dónde estaba la oficina de USCIS, me dirigí hacia el piso 10. Luego de despedirme de una señora que abordaba el mismo cuarto de ascensor con un: “Have a good day”, me acerqué a la puerta de oficina, abrí y procedí a caminar a lo que parecía otra entrada con una aguja; cuando la abrí, escuché un sonido grotesco, no era una alarma, no era una sirena, era un hombre que me gritaba: “¡ey, ey, ey!” Como si de un criminal atravesando la bóveda de un banco se tratara.
Y ahí estaba él, ese hombre alto, blanco, tatuado y con una pistola en su cintura. —Santo Dios— dije, —Y ahora que hice. No tardé en darme cuenta que estaba entrando por el lugar equivocado, por lo que al acercarme hacia donde estaba él, creyendo que era un sujeto de pura habla anglosajón, le dije: “I am so sorry, Sr. Its my first time here”. Su cara lo decía todo: “Me provocas nauseas”. La gran sorpresa me la llevé cuando me respondió con un perfecto español con acento guatemalteco, ya les diré porqué lo pienso así. —Sacá todas tus cosas de la bolsa y las ponés aquí, —me dijo, haciéndome señas hacia una bandeja azul. Procedí a echar todo lo que tenia, y luego continuó el hombre: —Dale pasá por ahí. Realmente pensé que aquella entrada era una puerta con un escáner similar al de los aeropuertos, por lo que no sabía si pasar con las manos arriba, si darme la vuelta o algo por el estilo; francamente esperaba algún tipo de orientación, pero no. El hombre continuó: —¡Dale pasa, ¿y qué te pasa a vos? —esta vez mucho más irritante. Me indicó que tomara mis cosas y que pasara hacia otra puerta. En ese momento pensé que el día no iba a estar nada bien en esé lugar, un latino, o de raíces latinas me acaba de tratar como si en algún momento de su vida yo haya tenido que ver con alguna de sus desgracias. Gracias a Dios, puede sujetarme, mi mente se debatía en responder, no con tosquedad, pero si con valentía. Valoré el asunto en milésimas de segundos, no me convenía.
Pero la vida está llena de sorpresas he ironías, antes de proceder hacia la próxima puerta, estaba un norteamericano de raza inconfundible, pude haberme equivocado, tal vez no, pero de que no habla español, no hablaba español. Y sorpresa, en cuanto me miró, sonrió y me dirigió estas palabras como quien tiene mucho de no ver a un amigo: “¡hey, how are you? Come in, please! ¿Pueden creerlo? Por protocolo o no, me preguntó: “¿cómo estás?” Supongo que, ya habrás notado la diferencia.
Me quedé pasmado, el mundo que hace unos segundos estaba totalmente gris, se había vuelto de colores, las palpitaciones cardíacas habían vuelto a su lugar, y la sonrisa se me volvía a dibujar en vísperas de un trámite necesario y obligatorio. ¡Sorpresa! El que no era latino, me trató con más amabilidad que el que quizá si lo era. Ah, ¿ y recuerdan porque dije que creo era guatemalteco? pues para los conocemos bastante Centroamérica, ese “vos” no se pierde; diferente al tico, al nica, al hondureño y así.
Creo que nunca me había puesto a pensar en una frase un tanto cliché por estas regiones “el peor enemigo de un latino, es otro latino”. Con todo mi corazón no creo que esa sea una verdad absoluta, sería injusto meter en la misma hoya a mis hermanos latinos, que, muchas veces me han extendido una mano amiga en esta país, de lo cual he tratado de ser imitador. Sin embargo, hay ciertas personas a las que se les olvida de donde vienen, de donde salen y hacia donde van. Es verdad que no todos los latinos son buenas personas, pero hay una gran mayoría que viene a echarle ganas para salir adelante, que no estarán aquí para quitarte nada, ni para causarte problemas, sino todo lo contrario, para hacer de este, un país más próspero.
Esta entrada no es la de un joven llorón, sinolal de uno que alza la voz a favor de la conciencia, tanto de las que sufren maltrato en este mundo, como la de los que maltratan. Recuerda que, algunos somos más fuertes emocionalmente que otros; no así, hay otros que una sola actitud les puedes hundir el barco.
Nota aclaratoria: Que la persona mencionada haya sido relacionada con Guatemala, no quiere decir que así sean mis hermanos guatemaltecos. Todo lo contrario. ¡Son calidad!
Kevin Mayorga.

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