Una madrugada más me asalta un pensamiento que me embarga de ternura, otra noche que me inspira el arte llamado Cielo, que me acaricia el alma y se desborda en letras que no tienen freno.

Tu rostro tan latente que me lleva a los delirios inocentes de un niño enamorado, que ha encontrado el sano amor. Podría echarle la culpa a mis amigos, a un deseado encuentro, o a un hermoso beso, pero aquí no hay culpa alguna, solo es una historia no ficticia creada por el mismo Dios.

Te escucho sin que hables, te hablo sin que escuches, es el idioma de dos corazones que se aman sin tocarse, dos almas que se abrazan sin mirarse, de dos vidas que se unen a pesar de la distancia.

Me has enseñado lo bonito de la vida, de amar sin palabras solamente, de demostrar valentía al enfrentarte a lo desconocido, de entregar tu preciado corazón a pesar que muchas veces fue lastimado.

Me importan tus sueños, me agradan tus locuras, me mata de ternura tu rostro y tu dulzura. Toma mis mano, toma mis fuerzas, toma mi amor.

Una vez más estoy despierto a altas horas de la noche, y cuento cada minuto, pues cada vez estamos más cerca de fundirnos en un abrazo, estaremos juntos para siempre, porque el Dios que nos llamó, el Dios que nos amó fue el mismo que nos unió.

Hasta pronto mi bello amor. Tú duerme, que yo te pienso.